Legados del Misterio
Adivinación famosa muerte de Familia Imperial Rusa

Fotografía post mortem: el arte de retratar la muerte con ternura

Origen y auge de la fotografía post mortem

Fotografiar a muertos puede resultarnos una practica grotesca. Pero en Francia, el 19 de agosto de 1839 y en plena época del Romanticismo era todo lo contrario. En estos tiempos, la ideología social estaba muy influenciada por el tema medieval. La muerte se trataba desde un punto de vista sentimental y poético, un privilegio para aquellos que la contemplaban. Fue una practica tan bien acogida que se extendió muy rápidamente a otros países

Momento mori: el antecedente artístico

Momento mori es un retrato pintado de un cadáver, en latín significa «recuerda que eres mortal». Esta técnica es previa al Renacentismo y el antecedente de las fotografías post-mortem. En 1839 los retratos empezaron a ser mucho más comunes ya que se inventa el daguerrotipo, y muchos de los que no podían pagar la comisión de un retrato pintado podían permitirse hacer una sesión de fotografía. Este método era más barato y más rápido. Proporcionó a la clase media un medio para conmemorar a sus seres querido fallecidos.

Realizar un último retrato de un difunto con sus seres queridos era una practica muy demandada, y siempre se preparaba la escena para simular que el fallecido estaba vivo. A pesar del empeño de algunos fotógrafos, no siempre se conseguía engañar al ojo humano.

Desde épocas muy remotas el hombre se preocupó por realizar rituales funerarios, como signos distintivos de la vida transitoria del hombre. Entre los ejemplos representativos tenemos a la cultura del Antiguo Egipto que momificaba a los Faraones muertos conservando así su apariencia para la eternidad. La civilización Maya inmortalizaba el rostro del cadáver tallando máscaras de jade.

En Europa apareció un ritual singular: se trataba del uso de la Máscara mortuoria, originalmente para nobles y monarcas en la Antigua Roma. La práctica tenía como fin capturar los rostros de ilustres difuntos que en vida fueran hombres influyentes como: artistas, científicos y pensadores. En Europa apareció el grabado en lápidas con la figura del difunto, con tal de mantener la memoria física y táctil de los rostros.

El arte de fingir la vida

Una de las características más inquietantes de estas imágenes es que los difuntos aparecían retratados como si aún vivieran: sentados, con los ojos abiertos (a veces pintados), acompañados de sus familiares o en actitudes cotidianas. Se cuidaba hasta el más mínimo detalle para que la escena no pareciera lúgubre, sino solemne. Sin embargo, el ojo humano muchas veces podía detectar la rigidez, la palidez o la extraña quietud del cuerpo retratado.

Rituales funerarios a lo largo de la historia

Desde épocas muy remotas, el ser humano ha intentado perpetuar la memoria de los fallecidos a través de diversos rituales. Los egipcios momificaban a los faraones para conservar su apariencia física, los mayas tallaban máscaras de jade con el rostro del difunto, y en la Antigua Roma se realizaban máscaras mortuorias en cera. Estas prácticas dieron lugar, siglos después, a las fotografías post mortem como una evolución tecnológica de ese mismo deseo ancestral.

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