En 2015, Sarah, de 48 años se presentó en el servicio de emergencias psiquiátricas en Berna, Suiza. La mujer tenía varias heridas de arma blanca en el pecho. Algunas medían hasta 7cm de profundidad. Según ella, había seguido órdenes directas de Dios.
Fue un caso extraño, pero no completamente inusual, según el psiquiatra Sebastian Walther, quien conoció a Sarah. Walther recuerda que la mujer tenía una actitud de sentirse «sinceramente bendecida», ya que escuchaba voces de índole religiosa constantemente. Para ella eran «divinas» y «persistentemente agradables», a pesar del hecho de que estas voces le daban mortales instrucciones.
Un escáner cerebral reveló algo aún más sorprendente. Sarah tenía un tumor en un lugar muy crítico de su cerebro. Este comprimía un «punto crítico» de redes importantes para el procesamiento del sonido.
Si bien la mayoría de nosotros puede distinguir claramente entre sonidos externos y nuestros pensamientos internos, muchas personas escuchan voces, con estimaciones que oscilan entre el 5% y el 19% de la población general. Algunas son benignas. Pero otras, cuando se combinan con otros problemas de salud mental, pueden ser treméndamente angustiosos. Este era el tipo de voces que escuchaba Sarah.
¿Cuándo comenzó todo?
Para resolver el misterioso caso que atormentaba a Sarah era necesario zambullirse en su pasado. Los médicos investigaron cuanto tiempo había experimentado síntomas similares. El interés por la religión no era nada nuevo para ella. Había mostrado un interés casi fanático religioso fundamentalista desde la edad de 13 años. Pero no era constante, iba por rachas. A veces mostraba mucho interés por el tema, como de pronto se olvidaba completamente de ellos.
Primero se supuso que Sarah tenía esquizofrenia, debido a sus alucinaciones auditivas, pero no se ajustaba a los síntomas clásicos. Ella no se retiró de los contextos sociales o experimentó bajos niveles de motivación.
Cuando un escáner cerebral reveló su tumor, Walther se dio cuenta de que su red cerebral se había «perturbado». Lo hizo hasta un punto muy crítico, afectando la forma en la que ella experimenta los sonidos. Walther estima que el tumor podría haber estado allí desde la adolescencia, que fue también cuando comenzó su fanatismo religioso.
Una vez que Walther estudió su historial médico y sus síntomas, notó que solo había tenido cuatro "períodos de síntomas" y que siempre habían sido los mismos: primero escuchaba voces divinas, luego se sentía extremadamente religiosa y se unía a grupos religiosos. Por último, este interés desaparecería tan pronto como aparecía, y durante años no volvía a sentir ese interés hasta que el ciclo comenzaba una vez más.
Las visitas de las voces
Combinando estos síntomas con la ubicación de su tumor, Walther y sus colegas dicen que es más probable que sus alucinaciones delirantes fueran resultado directo del tumor, a pesar de que sus síntomas aparecieron repentinamente varias veces a lo largo de su vida. Esto se debe a que su tumor parece ser del tipo de crecimiento extremadamente lento, con un aumento muy gradual durante un largo período de tiempo. El hecho de que sus síntomas solo aparezcan periódicamente se puede explicarse, dicen, porque el cerebro puede adaptarse al estrés de un tumor con el tiempo:
«Por lo tanto, creemos que es muy probable que el tumor haya desafiado a la red periódicamente durante varias semanas o meses, que es cuando el paciente experimentó estos síntomas», dice Walther.
El bulto en su cerebro era un tumor benigno que no crece de manera invasiva ni fuera de control (metástasis), como lo hacen los tumores cancerígenos. Un segundo escáner cerebral reveló que su tumor estaba estable, pero debido a su ubicación, ni la cirugía ni la radiación eran buenas opciones.
La sorprendente conclusión de Walther, descrita en el diario Frontiers of Psychiatry, se basó en el conocimiento previo de que el tumor de Sarah invadía áreas importantes para escuchar el sonido, y este tipo de lesiones en ese lugar pueden aumentar los sentimientos de «autotrascendencia» tales como los que presenta Sarah.
El sentimiento de espiritualidad está en nuestro celebro
El tumor de la paciente afectó su corteza auditiva a medida que avanza hacia el lóbulo temporal, un área del cerebro que, cuando se altera, produce un aumento de los niveles de interés espiritual en los pacientes con epilepsia del lóbulo temporal. El tumor en el cerebro de Sarah también afectó a otras áreas del cerebro relacionadas con la «espiritualidad fuerte».
Es difícil atribuir definitivamente que su tumor la hizo ser religiosa. Sin embargo, los autores señalan que otros casos han demostrado que la estimulación magnética de áreas cercanas en el cerebro también afecta la religiosidad y la espiritualidad.
Sarah no está sola
Aunque es raro, hay casos similares en la literatura médica, aunque ninguno que coincida con el caso de Sarah. Hubo un caso en que una mujer experimentó una «hiper religiosidad» como resultado de un tumor cerebral fatal. Esta mujer de 60 años no tenía ningún interés previo en la religión, se produjo de repente y no escuchó voces. Alberto Carmona-Bayonas, que estudió a esta paciente en el Hospital Universitario General Meseguer en España, explica que su tumor se localizó en el lóbulo temporal derecho «para lo cual hay una abundancia de literatura previa sobre esta fenomenología, especialmente en epilépticos».
Sin embargo, está interesado en enfatizar la clara diferencia entre casos patológicos como estos y «las creencias y sentimientos de la gente normal». Sarah y este paciente muestran algo que ya se entiende bien, que las personalidades de las personas con tumores cerebrales pueden cambiar, a veces para mejor. Cómo cambian depende en gran medida del área cerebral particular involucrada.
Una de las razones por las que las alucinaciones auditivas suenan tan reales es porque las mismas vías cerebrales están involucradas en las voces reales e imaginarias. «Así que todas las áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento del habla y el procesamiento auditivo parecen estar muy íntimamente involucradas en la generación de la experiencia de las voces alucinadas», dice Kompus.
Sarah es su propio enemigo
Por lo tanto, las alucinaciones nos dicen más sobre cómo funciona nuestra percepción. El tálamo, que para Sarah está alterado por su tumor, desempeña un papel fundamental del procesamiento de lo que escucha. Luego lo envia a otras áreas del cerebro para ser interpretado. La información sensorial que vemos y escuchamos a nuestro alrededor entra primero en el tálamo; piensa en ello como una estación de retransmisión que «enruta» lo que vemos y escuchamos.
Esta área luego tiene que trabajar arduamente para juntarla en información significativa. Esto «se basa en información muy dispersa que se encuentra en el nervio auditivo», dice Kompus. Cuando la información es ruidosa, el cerebro «tiene que confiar en las conjeturas para mantener en marcha nuestra percepción continua».
El interés de Sarah hacía la religión desde su infancia habría provocado que las voces se centraran en ese tema. Las personas que escuchan voces a menudo escuchan su propio «discurso interno» en voz alta.
«Las alucinaciones tienen que ver con los temas que son importantes para un individuo en particular», dice Kompus. Escuchar voces, explica, no es un subproducto de un problema de salud mental en sí mismo, pero las voces negativas pueden, por supuesto, hacer que una persona se sienta peor. «Si ‘alguien’ constantemente te dice ‘eres inútil y estúpido’, no es de extrañar que la depresión y la ansiedad empeoren».
Mientras que Sarah todavía mantiene su fe, sus angustiosas voces ya no la irritan. Sarah ha aprendido a vivir bien con su tumor. Mantiene un trabajo estable y ahora sabe que si las voces regresan están solo en su mente. Ahora puede buscar ayuda antes de hacer caso a sus voces.
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